Archivo mensual: julio 2011

PARKING SHAKESPEARE: EL SOMNI D’UNA NIT D’ESTIU

PARKING SHAKESPEARE o EL SOMNI D’UN VESPRE D’ESTIU

Shakespeare no necessita gaires recursos per esdevenir tot un gran espectacle: només la paraula poètica ja sosté tota la màgia d’una nit (un vespre) d’estiu, i si hi afegim uns bons actors (fins i tot bons quan fan d’actors dolents, com és el cas de la companyia d’artesans que representa “Píram i Tisbe” dins l’obra) ja tenim una nova obra de “Parking Shakespeare” al Parc de  l’Estació del Nord, tots els dies (menys els dimecres) a les 19 h fins el 31 de juliol. L’adaptació de Joan Maria Segura (seguint la traducció excel.lent del Salvador Oliva) afegeix un toc “barceloní” al muntatge incloent uns suposats jardiners de “Parcs i Jardins” amb mono verd que serán els actors de la comèdia. Molt interessant, com sempre, l’aprofitament dels pocs recursos emprats (el carretó de jardineria, els monos que es transformen en meravellosos vestits “atenencs”…) i l’acompanyament de l’entorn “boscós” (l’únic inconvenient és que els parcs de Barcelona no són tan grans com els de Londres i sovint el so dels trànsit o de les activitats del parc pot molestar). Finalment, un  aplaudiment per incloure una reivindicació contra les retalladles en el teatre que, en aquest cas, han afectat molt injustament i brutalment  i a darrera hora el festival Shakespeare de Mataró: http://www.festivalshakespeare.com/

Tot i la barbàrie dels polítics, as usual, som molt afortunats per la nostra cita anual amb Parking Shakespeare per la Voluntat (bonica paraula). Aprofiteu-la!

Titània (Ariadna Matas) i Oberon (Pep Garcia-Pascual) de Parking Shakespeare (foto de «El Periódico»)

AND AS IMAGINATION BODIES FORTH

THE FORMS OF THINGS UNKNOWN, THE POET’S PEN

TURN S THEM TO SHAPES, AND GIVES TO AIRY NOTHING

A LOCAL HABITATION AND A NAME…

http://parkingshakespeare.com/

PROJECTES ANTERIORS DE PARKING SHAKESPEARE:

LA COMÈDIA DELS ERRORS

L’AMANSIMENT DE LA FÚRIA

DAMIEN RICE: THE BLOWER’S DAUGHTER

DAMIEN RICE:

THE BLOWER’S DAUGHTER

And so it is
Just like you said it would be
Life goes easy on me
Most of the time
And so it is
The shorter story
No love, no glory
No hero in her skies

I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes…

And so it is
Just like you said it should be
We’ll both forget the breeze
Most of the time
And so it is
The colder water
The blower’s daughter
The pupil in denial

I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes off you
I can’t take my eyes…

Did I say that I loathe you?
Did I say that I want to
Leave it all behind?

I can’t take my mind off you
I can’t take my mind off you…
I can’t take my mind off you
I can’t take my mind off you
I can’t take my mind off you
I can’t take my mind…
My mind…my mind…
‘Til I find somebody new

LEONARD COHEN: AL.LELUIA, per GERARD QUINTANA

Versió de Cohen en català

CHARLES DICKENS: LOS PAPELES PÓSTUMOS DEL CLUB PICKWICK

Muchos autores mantienen una negativa, no solo necia sino deshonesta, a reconocer las fuentes de donde obtienen su valiosa información. Nosotros no tenemos tales sentimientos. Simplemente tratamos de desempeñar, en forma correcta, los deberes responsables de nuestras funciones editoriales; y cualquiera que fuese la ambición que en otras circunstancias habríamos sentido de pretender ser los autores de estas aventuras, el respeto a la verdad nos prohíbe hacer nada más que arrogarnos el mérito de su arreglo juicioso y su relato imparcial.

inicio del capítulo IV (traducción de Jose María Valverde)

MARIO BENEDETTI: PASATIEMPO + CURRICULUM

Pasatiempo

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra

Curriculum

El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío

entonces
usted muere.

ME, MYSELF AND I

Irving Gordon / Allan Roberts / Alvin S. Kaufman

Me, myself and I
Are all in love with you
We all think you’re wonderful
We do

Me, myself and I
Have just one point of view
We’re convinced
There’s no one else like you
It can’t be denied dear
You brought the sun to us
We’d be satisfied dear
If you, you’d belong to one of us

So if you pass me by
Three hearts will break in two
Cause me, myself and I
Are all in love with you

Me, myself and I
Are all in love with you
We all think you’re wonderful
We do

Me, myself and I
Have just one point of view
We’re convinced
There’s no one else like you

It can’t be denied dear
You brought the sun to us
We’d be satisfied dear
If you’d belong to one of us

So if you pass me by
Three hearts will break in two
Cause me, myself and I
Are all in love with you

(sung by Billie Holiday)

BORGES: EL RUISEÑOR DE KEATS

Jorge Luis Borges: El ruiseñor de Keats

Quienes han frecuentado la poesía lírica de Inglaterra no olvidarán la “Oda a un ruiseñor” que John Keats, tísico, pobre y acaso infortunado en amor, compuso en un jardín de Hampstead, a la edad de veintitrés años, en una de las noches del mes de abril de 1819. Keats, en el jardín suburbano, oyó al eterno ruiseñor de Ovidio y de Shakespeare y sintió su propia mortalidad y la contrastó con la tenue voz imperecedera del invisible pájaro. Keats había escrito que el poeta debe dar poesías naturalmente, como el árbol da hojas; dos o tres horas le bastaron para producir esa página de inagotable e insaciable hermosura, que apenas limaría después; su virtud, que yo sepa, no ha sido discutida por nadie, pero sí la interpretación.

El nudo del problema está en la penúltima estrofa. El hombre circunstancial y mortal se dirige al pájaro, «que no huellan las hambrientas generaciones» y cuya voz, ahora, es la que en campos de Israel, una antigua tarde, oyó Ruth la moabita.

En su monografía sobre Keats, publicada en 1887, Sidney Colvin (corresponsal y amigo de Stevenson) percibió o inventó una dificultad en la estrofa de que hablo. Copio su curiosa declaración: «Con un error de lógica, que a mi parecer, es también una falla poética, Keats opone a la fugacidad de la vida humana, por la que entiende la vida del individuo, la permanencia de la vida del pájaro, por la que entiende la vida de la especie». En 1895, Bridges repitió la denuncia; F. R. Leavis la aprobó en 1936 y le agregó el escolio: «Naturalmente, la falacia incluida en este concepto prueba la intensidad del sentimiento que lo prohijó». Keats, en la primera estrofa de su poema, había llamado dríade al ruiseñor; otro crítico, Garrod, seriamente alegó ese epíteto para dictaminar que en la séptima, el ave es inmortal porque es una dríade, una divinidad de los bosques. Amy Lowell escribió con mejor acierto: «El lector que tenga una chispa de sentido imaginativo o poético intuirá inmediatamente que Keats no se refiere al ruiseñor que cantaba en ese momento, sino a la especie».

Cinco dictámenes de cinco críticos actuales y pasados he recogido; entiendo que de todos el menos vano es el de la norteamericana Amy Lowell, pero niego la oposición que en él se postula entre el efímero ruiseñor de esa noche y el ruiseñor genérico. La clave, la exacta clave de la estrofa, está, lo sospecho, en un párrafo metafísico de Schopenhauer, que no la leyó nunca. La Oda a un ruiseñor data de 1819; en 1844 apareció el segundo volumen de “El mundo como voluntad y representación”. En el capítulo 41 se lee: «Preguntémonos con sinceridad si la golondrina de este verano es otra que la del primero y si realmente entre las dos el milagro de sacar algo de la nada ha ocurrido millones de veces para ser burlado otras tantas por la aniquilación absoluta. Quien me oiga asegurar que ese gato que está jugando ahí es el mismo que brincaba y que traveseaba en ese lugar hace trescientos años pensará de mí lo que quiera, pero locura más extraña es imaginar que fundamentalmente es otro.» Es decir, el individuo es de algún modo la especie, y el ruiseñor de Keats es también el ruiseñor de Ruth.

Keats, que sin exagerada injusticia pudo escribir: «No sé nada, no he leído nada», adivinó a través de las páginas de algún diccionario escolar el espíritu griego; sutilísima prueba de esa adivinación o recreación es haber intuido en el oscuro ruiseñor de una noche el ruiseñor platónico. Keats, acaso incapaz de definir la palabra arquetipo, se anticipó en un cuarto de siglo a una tesis de Schopenhauer.

Aclarada así la dificultad, queda por aclarar una segunda, de muy diversa índole. ¿Cómo no dieron con esta interpretación evidente Garrod y Leavis y los otros? Leavis es profesor de uno de los colegios de Cambridge —la ciudad que, en el siglo xvii, congregó y dio nombre a los Cambridge Platonists—; Bridges escribió un poema platónico titulado “The fourth dimensión”; la mera enumeración de estos hechos parece agravar el enigma. Si no me equivoco, su razón deriva de algo esencial en la mente británica. Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Los últimos sienten que las clases, los órdenes y los géneros son realidades; los primeros, que son generalizaciones; para éstos, el lenguaje no es otra cosa que un aproximativo juego de símbolos; para aquéllos es el mapa del universo. El platónico sabe que el universo es de algún modo un cosmos, un orden; ese orden, para el aristotélico, puede ser un error o una ficción de nuestro conocimiento parcial. A través de las latitudes y de las épocas, los dos antagonistas inmortales cambian de dialecto y de nombre: uno es Parménides, Platón, Spinoza, Kant, Francis Bradley; el otro Heráclito, Aristóteles, Locke, Hume, William James. En las arduas escuelas de la Edad Media, todos invocan a Aristóteles, maestro de la humana razón (Convivio IV, 2), pero los nominalistas son Aristóteles; los realistas, Platón. El nominalismo inglés del siglo XIV resurge en el escrupuloso idealismo inglés del siglo XVIII; la economía de la fórmula de Occam, “entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem” permite o prefigura el no menos taxativo “esse est percipi”. Los hombres, dijo Coleridge, nacen aristotélicos o platónicos; de la mente inglesa cabe afirmar que nació aristotélica. Lo real, para esa mente, no son los conceptos abstractos, sino los individuos; no el ruiseñor genérico, sino los ruiseñores concretos. Es natural, es acaso inevitable, que en Inglaterra no sea comprendida rectamente la “Oda a un ruiseñor”.

Que nadie lea una reprobación o un desdén en las anteriores palabras. El inglés rechaza lo genérico porque siente que lo individual es irreductible, inasimilable e impar. Un escrúpulo ético, no una incapacidad especulativa, le impide traficar en abstracciones, como los alemanes. No entiende la “Oda a un ruiseñor”; esa valiosa incomprensión le permite ser Locke, ser Berkeley y ser Hume, y redactar, hará setenta años, las no escuchadas y proféticas advertencias del Individuo contra el Estado.

El ruiseñor, en todas las lenguas del orbe, goza de nombres melodiosos (nightingale, nachtigall, usignolo), como si los hombres instintivamente hubieran querido que éstos no desmerecieran del canto que los maravilló. Tanto lo han exaltado los poetas que ahora es un poco irreal; menos afín a la calandria que al ángel. Desde los enigmas sajones del Libro de Exeter («yo, antiguo cantor de la tarde, traigo a los nobles alegría en las villas») hasta la trágica Atalanta de Swinburne, el infinito ruiseñor ha cantado en la literatura británica; Chaucer y Shakespeare lo celebran, Milton y Matthew Arnold, pero a John Keats unimos fatalmente su imagen como a Blake la del tigre.

El poema de Keats aquí.

Enlace al ensayo de Amanda Grama: Borges y el nominalismo.